La mujer del pescador y las lecciones que aprendió
Autora: Lourdes Hernández
Todos conocemos el cuento del pescador y su mujer. Ella le exige que vaya donde el pecesito mágico al que dejó en libertad y le pida una mansión, luego un castillo y por último ser reina del sol y la luna.
Este cuento y su desenlace nos deja varias lecciones:
La ambición no tiene límites.
Hay que ambicionar momentos felices, ambicionar aprendizajes, pero si ésta se convierte en codicia y no hay dinero ni bienes que nos satisfagan, nuestra existencia se vuelve dolorosa. Tratemos de tener control de nuestra ansiedad, no poner expectativas en otros y disfrutar de la mejora paulatina de nuestra economía, intelecto y espiritualidad.
La insatisfacción enferma.
Nos dispersamos soñando en lo que podríamos llegar a tener, en lugar de vivir el presente y disfrutar de cada momento. Si vivimos tristes, con envidia de lo que tienen los demás, corremos el peligro de caer en depresión. Esta enfermedad en estado crónico puede provocar la incapacidad total de la persona.
Exigir al otro de forma irracional, lo lleva al despeñadero.
El pescador en su bondad dejó libre al pez que se lo pidió. La bondad es el bien más preciado que tenemos. En un mundo en que la maldad crece, ser bueno es ir contra corriente, actuar bien nos da paz y tranquilidad a corto, mediano y largo plazo.
Exigir sin medida a la pareja o a los hijos, puede provocar desesperación, actos ilegales, enfermedad y en casos extremos, suicidio.
Mi felicidad no está en la vida de las celebridades.
Copiar a la princesa, querer ser un emperador, no nos dará felicidad. Si preguntamos a nuestros hijos: ¿quieren ir a vivir con la familia de la casa vecina? nos van a responder que no. Si les preguntamos ¿quieren tener otro nombre y apellido? nos van a responder que no. Las celebridades positivas nos inspiran para ser mejores. Pero no soñemos en vivir sus vidas.
La felicidad está bajo nuestro techo.
Una vez los dioses decidieron esconder la felicidad en la tierra, pero tenían miedo de que los hombres la descubrieran. Entonces a uno de ellos se le ocurrió esconderla dentro de cada persona, porque, según dijo, nunca miran en su interior.
Miremos dentro de nosotros y de nuestra casa, pues allí está la felicidad. Hay que agradecer lo que tenemos y el lugar en el que estamos. Logremos prosperar con abundancia y orden en nuestras finanzas, sin impactar en el entorno natural, viviendo experiencias compartidas con los que más queremos.
Este cuento de los Hermanos Grimm termina de la forma menos esperada: el pescador y su mujer vuelven a vivir hasta el final de sus días en su casucha miserable. Algunas versiones cuentan que ella aceptó la situación con resignación y hasta alegría.
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